.

Qué es la ansiedad

  Ir hacia la novedad es un impulso vital que todas las personas tenemos. Sentir nuestros deseos y movernos hacia lo que necesitamos, nos permite crecer y también conservar nuestro equilibrio. Pero este impulso básico hay momentos en que lo detenemos, sin apenas darnos cuenta. Y lo hacemos porque en el fondo creemos que no vamos a poder hacer frente a la situación, que nos va a superar, ya que la percibimos como peligrosa y frustrante. ¡Esto es la ansiedad!, es la tensión que se produce entre estas dos fuerzas opuestas que están actuando a la vez, una de apertura y expansión, y otra de cierre y contracción. Cuando sentimos ansiedad, puede que se nos acelere el corazón y la respiración, se nos seque la boca, nos duela la cabeza, sintamos una presión en el estómago y en el pecho, necesitemos huir de la situación en donde estamos, sintamos terror de perder el control, no sepamos qué hacer o nos imaginemos que algo terrible nos puede pasar. 

 

 Ansiedad sana y ansiedad neurótica

  Aunque vamos a hablar aquí de la ansiedad neurótica, también hay que decir que hay una ansiedad sana, que se produce cuando nos enfrentamos a algo que puede que realmente esté superando nuestras capacidades. Y es sana porque es útil, nos sirve para poner en marcha un estado de alerta y activación general, que nos permite prepararnos para afrontar ese momento, huir, pedir ayuda o ser prudentes ante una situación que puede desbordarnos. En la neurótica en cambio, podríamos desenvolvernos con tranquilidad en la situación que nos produce ansiedad, contamos con las potencialidades suficientes, pero las tenemos detenidas. Y las mantenemos detenidas desde un momento de nuestro pasado en que nos dimos cuenta que no podíamos hacer nada con ellas, ya que actuar según nuestros deseos resultaba peligroso y frustrante. Una situación traumática que verdaderamente nos desbordaba, y donde no teníamos a nadie que nos permitiera sentirnos suficientemente seguros ni aceptados en nuestras necesidades. Por lo que no nos quedó otra opción que paralizarnos. Esta falta o vacío relacional es el que se hace ahora presente de manera brusca, generándonos ansiedad, y que aparece cada vez que la necesidad que quedó detenida, encuentra una oportunidad para satisfacerse.

*En lo que coinciden ambas modalidades de ansiedad es en la sensación de una falta de apoyo suficiente para sostener y transitar el momento actual, no hay bastante sostén en la situación. El apoyo viene de varios lugares de la situación: de los aprendizajes que hemos ido asentando a lo largo de nuestra historia; de las sensaciones corporales, los deseos, elecciones, emociones, sensación de control, posibilidad de movilización… de la situación presente; de la sensación de aceptación, comprensión, seguridad, pertenencia… que el otro presente en la situación me brinda; de la confianza en mis capacidades y en el entorno presente; del futuro inmediato que puedo proyectar o fantasear… Si alguna parte suficientemente importante de este apoyo falta, aparecerá una sensación de ansiedad, que será más intensa cuanto menos apoyo se perciba.  

 

5 mecanismos neuróticos para evitar la ansiedad

  Así, cada vez que esta necesidad detenida puja por hacerse presente de nuevo, comenzamos a sentir ansiedad, ya que de alguna manera comenzamos a revivir la antigua situación traumática. Automáticamente buscamos huir de esta situación como sea, y lo hacemos generalmente poniendo en marcha, sin casi darnos cuenta, uno de los siguientes 5 mecanismos:   1-El primero consiste en mantenernos dentro de los límites de lo conocido, desensibilizándonos y desatendiendo los impulsos que nos llevarían hacia lo novedoso, dejando aparte todo lo que sentimos como excitante. 2-También podemos actuar según los deseos de algún otro o según algunas normas impuestas, adoptando una actitud sumisa ante esas normas o deseos ajenos, e incluso descalificando nuestro auténtico deseo. 3-Un tercer mecanismo consiste en que, cuando nos invade una emoción, ya sea tristeza, rabia u otra, no nos permitimos sentirla como propia, y la proyectamos en el otro, es decir, nos parece ver que es el otro el que la está sintiendo. 4-El cuarto es mantenernos en un estado de queja, arrepentimiento y fracaso continuo, agrediéndonos así a nosotros mismos e incluso provocándonos dolencias psicosomáticas. 5-Y el último mecanismo consiste en mantener un fuerte control sobre mí mismo y sobre lo que me rodea. Ya no me interesa el otro como persona, sino que me apropio de él y lo utilizo como medio para satisfacer mis intereses.   De estas 5 maneras, por tanto, conseguimos mantener apartada la ansiedad, pero a cambio pagamos el alto precio de vivir desconectados de nosotros mismos y de los demás. Además, estos mecanismos están a la base de un sinfín de síntomas, como obsesiones, insomnio, trastornos de la alimentación, dificultades relacionales, experiencias depresivas, disfunciones sexuales, baja autoestima, somatizaciones, adicciones, y otras.  

 

*¿Por qué aparece justo ahora?

  A veces la ansiedad aparece cuando menos la esperamos, no entendemos por qué se presenta justo ahora, en un momento y en un lugar donde aparentemente nada la provoca. Pero solo aparentemente, ya que, como hemos dicho, siempre va a aparecer cuando lo que quedó detenido se pone de nuevo en movimiento, y comenzamos a revivir por tanto las sensaciones de bloqueo que sentíamos en la situación traumática. Por lo que quizá aparezca porque la situación actual de alguna manera nos está haciendo recordar la traumática, nos hace colocarlos en un lugar parecido, o porque es ahora cuando estamos preparados para sentirla y hacer algo con ella. Es posible que nunca lleguemos a averiguar la razón concreta ya que están en juego múltiples factores, pero para nuestro trabajo tampoco es necesario que lo averigüemos. Pondré dos ejemplos de esto. Podemos estar viviendo una relación de pareja donde nos estamos sintiendo muy agobiados o atrapados, pero ni expresamos a nuestra pareja cómo nos sentimos, ni hacemos nada para cambiarla, y además nos podemos estar calmando a nosotros mismos diciendo que no es para tanto. Aparentemente no nos va tan mal, pero de repente comenzamos a sentir agobio, taquicardias y una sensación insoportable de estar encerrados cuando subimos a un ascensor o viajamos en autobús. Otro ejemplo puede ser el de un niño que haya vivido situaciones de gran estrés sin tener a nadie cerca que lo apoye ni lo escuche. En aquel momento se reprimió por completo porque no tenía ninguna capacidad para hacer frente a lo que le pasaba. Pero luego, ya de adulto, cuando ya cuenta con los apoyos suficientes y con alguien que es capaz de escucharlo, puede que en algún momento comience a sufrir ataques de ansiedad sin motivo aparente.  

 

Beneficios de la ansiedad

  Así, aunque los síntomas ansiosos sean molestos, hay que reconocerles que, por un lado, nos van a permitir liberar una parte de las tensiones acumuladas. Y por otro, nos sirven como una llamada de atención, tanto a nosotros mismos como a los que nos rodean. Una pedida de auxilio que nos está advirtiendo que alguna carencia relacional no está resuelta, lo que nos puede hacer buscar la ayuda de un psicólogo y profesional de la psicoterapia. De hecho, en la práctica de la psicoterapia es un indicador de que estamos enfrentando situaciones que hasta este momento habíamos estado evitando, y que probablemente ahora ya estemos preparados para afrontar.

 

La psicoterapia

  Bueno, entonces, ¿cómo voy a conseguir sentirme mejor yendo a un psicólogo y haciendo terapia? Como psicoterapeuta Gestalt, voy a recorrer un camino junto a mi paciente. En primer lugar, vamos viendo cómo vive sus experiencias más importantes, qué siente, cómo hace, cómo se ve a sí mismo y al otro, yo también voy compartiendo con él lo que pienso y siento, y le vamos dando sentido a lo que está sucediendo. Al irnos centrando en lo esencial, inevitablemente nos vamos a ir acercando a la falta relacional básica, a la necesidad inconclusa. Los deseos, necesidades y emociones que no estaban siendo atendidas, van asomando a la luz, van cobrando vida. Acompañadas muy probablemente de dolor y sentimientos de vulnerabilidad, ya que la situación traumática se está actualizando, y algunos aspectos de ella vuelven a ser vividos. La ansiedad, así como el miedo y la frustración que la sustentan, pueden aparecer en este momento. Pero si el terapeuta se mantiene plenamente presente en la relación con el paciente, y no solo como profesional, sino también como persona, todo esto que estaba petrificado, se va a presentar como algo concreto y manejable, ya que nuestro encuentro está cargado de comprensión, aceptación, interés y seguridad. Así, el temor y la frustración van a poder ir transformándose en confianza. Una confianza que va a permitir que paciente y terapeuta vayamos buscando y encontrando nuevas formas de relación que permitan ir satisfaciendo, por fin, lo que estaba insatisfecho. El impulso vital detenido del que hablábamos al principio y que nos generaba ansiedad, se vuelve a poner en movimiento, lo que me va a permitir vivir con una mayor consciencia de mí mismo y de los demás, con más libertad para elegir y más poder para actuar siguiendo mis deseos.   *Lo escrito en cursiva solo aparece en este texto escrito, no está en el vídeo.  

Autores del texto y de las ilustraciones:

Paco Giner y Rocío Crespo

Psicólogos y psicoterapeutas

 

Grabación y edición:

Javier Ballester

No Comments

Post a Comment