cruce de escaleras de madera construidas en una ladera de una colina

¿Cómo decidir de manera sana?, casi a cada momento estamos tomando decisiones en nuestro día a día. Unas conllevan repercusiones más bien pasajeras y otras con importantes consecuencias. Son al fin y al cabo las elecciones las que van marcando el rumbo de nuestra vida. Y las que nos han traído a donde estamos, junto, obviamente, al resto de circunstancias que nos rodean. ¿En base a qué nos decantamos por una u otra opción en cierto momento? Esto es lo que trataremos en este artículo.

 

La coherencia de la decisión

Para los psicólogos que practicamos Terapia Gestalt,  la cuestión más importante a tener en cuenta es hasta qué punto esa decisión es coherente con el resto de nuestro ser. Es decir, si está en sintonía con las sensaciones que estamos sintiendo, con lo realmente deseado, con las propias potencialidades y con el entorno que para nosotros es significativo. Por entorno me refiero tanto a las personas que nos rodean como a las circunstancias más materiales. Esta coherencia puede parecer obvia a simple vista pero en la práctica no lo es tanto.

También es importante distinguir si nuestra elección nos encamina hacia la novedad o hacia lo que ya es conocido para nosotros.

 

La capacidad de elección puede adormecerse…

Desde que somos muy pequeños nuestras elecciones son coartadas a diario. Obviamente en algunos casos por nuestro propio bien, ya que a edades tempranas no tenemos capacidad de gestionarnos a nosotros mismos y debemos ser guiados en muchos momentos. Pero en otras muchas ocasiones lo que ocurre es que los padres, familiares o profesores no están atentos o desprecian, por considerarlos no importantes, los procesos de decisión de los más pequeños. Lo pueden ver como “cosas sin importancia” o simplemente sus deseos chocan con los nuestros y hacemos prevalecer los del adulto. Esto dificulta que el niño vaya desarrollando su capacidad de toma de decisiones en coherencia con su mundo interior, lo que hace que esta capacidad se vaya debilitando.

 

Un momento para hablar de la crianza

Abro un pequeño paréntesis para abogar por permitir que nuestros pequeños se equivoquen, tropiecen, y no una sino muchas veces. A veces como padres tenemos el impulso de guiarle por el camino que nosotros, con nuestra experiencia, creemos mejor, más pertinente o más adecuado a la situación. Pero nos olvidamos que al dejarle transitar el “camino equivocado” le estamos enseñando un camino aún mejor, el de desarrollar su autonomía, el de aprender a reponerse de sus caídas, el de elegir libremente, el de saberse actor principal en su propia vida, eso sí, siempre con una mano consoladora y acogedora al lado.

 

… y tiene consecuencias

Esta anestesia del poder de decidir de manera que lo importante tenga su lugar, conlleva a que ya de adultos realicemos elecciones, en muchas ocasiones, más neuróticas que sanas.

Así, ocurre que en algunas ocasiones tomamos decisiones para permanecer en lo conocido, desechando prematuramente las opciones más inusuales, simplemente por el hecho de ser desconocidas, aunque en un principio nos puedan resultar atractivas. En otras hacemos lo que “debemos” hacer. Siguiendo mandatos antiguos que tenemos interiorizados , sin habernos preguntado siquiera si deseo o no eso que “debo”. También podemos optar por hacer cosas dependiendo de lo que creemos que a algún otro le gustará. O porque creemos que así pensará de nosotros tal o cual cosa, dándole más poder a lo que proyectamos que el otro pensará que a nosotros mismos.

Ocurrirá también a veces que evitaremos las opciones para las que pensamos que no estamos capacitados. Aunque esta no sea la realidad o quizá con un ligero esfuerzo seríamos perfectamente aptos. O que por no rechazar los aspectos positivos que conllevan cada una de las alternativas, nos quedamos en la no elección. O porque nos produce temor poner en acción nuestra propia individualidad y fortaleza.

Tomar decisiones importantes en nuestra vida desde estos aspectos neuróticos puede llevarnos a transitar caminos que no queremos transitar, tanto laborales como relacionales u otros. A sentirnos apáticos, confusos, sometidos, desconectados de nosotros mismos y de nuestro entorno. Llenos de idealizaciones, de culpabilizaciones, frustrados e indignados con la vida, inseguros…

 

Ir hacia lo desconocido nos puede provocar temor

Al fin y al cabo, todas estas decisiones neuróticas de las que hemos hablado están basadas en un temor. Un temor consolidado generalmente en la infancia, muy coherente y razonable en su momento… pero que se quedó solidificado. Ahora ese temor persiste en nosotros, aunque de manera muy vagamente consciente, casi imperceptible.

Pero no por imperceptible es intrascendente, ya que de hecho rige gran parte de nuestras elecciones. Ese temor tiene muchas formas, dependiendo de las circunstancias en que se haya forjado. Pero podemos unificarlas todas diciendo que, en última instancia, es el miedo a VIVIR (con mayúsculas). Y vivir es, en última instancia, ir hacia lo desconocido. Es, por tanto, el temor a sentir algo diferente, a tener que poner en marcha recursos aún no utilizados, a dejar que los otros vean algo nuestro que aún no han visto, a exponerse en situaciones todavía desconocidas… a vivir algo no vivido.

Tampoco creo que tenga sentido ir en busca de experiencias nuevas solo por ser nuevas. Hablamos en el artículo anterior, “Para qué sirve prestar atención al presente”, del cual podemos decir que este es una continuación, de la importancia de prestar atención al cuerpo y al entorno para que emerja el deseo. Y es, una vez que surge un deseo auténtico cuando tiene sentido lo que digo en este artículo. Por lo tanto, podríamos reformular diciendo, ir hacia lo desconocido teniendo como guía lo que deseo y manteniendo la consciencia de mi cuerpo y del entorno.

 

¿Y el remedio?

El remedio es algo tan fácil de decir como difícil de poner en práctica. Y éste es, al menos desde mi punto de vista, la confianza. La confianza podríamos decir que es, parafraseando al PHG1, “saber más allá de la simple consciencia, que si uno da un paso más allá, seguirá habiendo un suelo bajo nuestros pies”. No he encontrado mejor definición que esta. Es decir, no voy a romperme, a desaparecer, no voy a vivir la sensación de no tener ningún apoyo en absoluto o a caer al vacío al dar ese paso. Quizá sienta dolor, ira, felicidad, tristeza, miedo o me sienta perdido, es decir, viviré emociones fuertes y reales… y seguiré viviendo.

Quizá todas las decisiones de nuestra vida se puedan dividir en dos grupos según respondamos a una pregunta. ¿Esta elección me acerca a la vida o me aleja de ella?

Aclarar brevemente que obviamente estamos hablando de una confianza con conocimiento, no ignorante, sino estaríamos hablando de imprudencia. Es decir, poseo información de la realidad actual y de las posibles consecuencias de mis actos.

 

Elegimos o no elegimos

Desde la Teoría del self de la Terapia Gestalt, en la que yo me apoyo, solo éstas últimas podemos afirmar que son decisiones auténticas. Las basadas en la confianza, las que son coherentes con el resto de mi ser, con lo que siento, con lo que quiero, con lo que pienso… Solo ahí soy libre y consciente para decidir.

El resto son, en el fondo, una huída, un tratar de apartarme de la novedad, de mi propio cuerpo y de lo que me rodea. Es decir, en el fondo hay un bloqueo del que no somos conscientes. Que está bloqueando deliberadamente, aunque sin darnos cuenta, la inclinación natural hacia la salud, hacia el sentimiento y la acción, hacia la VIDA. Por lo que no es una elección, sino un “cerrar la puerta” sin darnos cuenta de ello.

 

Decidir de manera sana en terapia

En nuestra consulta de psicólogos trabajamos en la dirección de retomar nuestra confianza perdida. En nosotros mismos y en lo que nos rodea, atendiendo a nuestras verdaderas inclinaciones y deseos. Permitiéndonos poner en marcha nuestros recursos, Abriendo los ojos a lo que nos rodea y mirando realmente a los otros. Aceptando también nuestros propios límites y lo que vida nos puede ofrecer. Dando un paso más allá y confiando que sigue habiendo suelo bajo nuestros pies. Así, tratando de decidir de manera sana, podremos volver a reencontrarnos con la claridad y la fuerza necesaria para tomar las decisiones más “sabias” y sanas posibles.

 

1Referencia bibliográfica: Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P. (1951). Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana (2ª Edición). Ferrol: Sociedad de Cultura Valle-Inclán. 2003

 

Autor: Paco Giner

Psicólogo- Terapeuta Gestalt

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