Buscadores de equilibrio. Qué somos y el sentido de existir.

Hoy me gustaría exponer una manera de ver al ser humano un tanto distinta a la habitual.

Vamos a partir preguntándonos ¿qué somos?, ¿qué somos las personas? Comenzaremos diciendo que lo que lo único que podemos afirmar con seguridad es que somos experiencias, una sucesión o encadenamiento de vivencias. Tengo sensaciones corporales, veo objetos y personas a mi alrededor, que miro con agrado o desagrado, decido hacer una cosa u otra, me entristezco, tengo cierta idea formada de mí mismo y del mundo, que puedo modificar o no, etc.

Y ¿qué es todo esto?, ¿qué son las experiencias?, ¿para qué están?, ¿cuál es su función? Bueno, a partir de aquí ya entramos en el terreno movedizo de las hipótesis, creencias y puntos de vista. La que propongo aquí es que toda experiencia es una tensión, una tendencia hacia algún sitio, un proceso en marcha. Que no es algo estático sino un movimiento, que trata de regular una situación. Esto es, cada una de nuestras vivencias es una regulación de la situación en la que estamos.

Y ¿qué es una situación? ¿de qué está hecha? Pues toda situación, tal como aquí la estamos viendo, está compuesta, de un lado, por un organismo, y del otro, por todos elementos y condiciones que envuelven y sustentan a este organismo, es decir, por su entorno. Y además y sobre todo, por todos los procesos de influencia mutua que se están produciendo constantemente entre estas dos partes, y cuya finalidad es la buscar el mejor equilibrio posible de los dos elementos que la componen, y de la situación como totalidad.

Estos procesos de regulación de la situación, podemos diferenciarlos en dos tipos. Por una parte, tenemos los que funcionan mecánicamente, es decir, de manera automática, que son los procesos físicos, químicos, energéticos y biológicos, y también el funcionamiento rutinario y reactivo, es decir, lo que solemos hacer de manera habitual y sin salir de lo conocido. Y, por otra parte, los procesos conscientes, que son los que incluyen la novedad, y en los que está presente, a diferencia de los otros, una excitación creativa, es decir, una sensación de cierto desequilibrio e incertidumbre, de estar sintiendo, deseando, decidiendo, exponiéndome o haciendo algo diferente.

Así, cualquiera de nuestras experiencias, es una búsqueda, tiene una dirección, un propósito, un sentido. De igual manera, el mismo hecho de existir, de que estemos vivos, surge con una finalidad, y no me refiero a una finalidad extrínseca a la vida, grandilocuente o artificiosa, sino a una intrínseca, sencilla y sobria, la búsqueda de equilibrio entre mi organismo y mi entorno.

Pensad si queréis en algún deseo, en alguna decisión, acción o emoción que hayáis experimentado. Y en lugar de verla como algo que habéis creado como si fuerais un individuo aislado, repensadla en términos de que pertenecéis a una situación, y que ese pensamiento, sensación o acción, es un intento de regularla. Esto es, de un organismo que necesitaba obtener algo o transferirle algo a su entorno para equilibrarse en él, y de un entorno que ha respondido, o no, a esas demandas del organismo, y que tenía también, sus propias demandas, capacidades y procesos en marcha.

Por ejemplo, lo que estoy viviendo yo ahora en este momento, lo puedo ver como la tendencia al equilibrio que se produce cuando mi acción de ofrecer, en este caso una teoría, es acogida por tu acción de recibirla. Otro proceso de regulación que también se está dando ahora, se produce cuando mi necesidad de ser valorado, probablemente una tensión que se generó en mi infancia, se relaja al encontrarse con tu valoración. Aunque solo nombre estas dos, muchas otras regulaciones se están produciendo simultáneamente en este momento en otros niveles, de las que algunas seré consciente y de otras no.

La búsqueda de equilibrio supone pasar necesariamente por la tensión del desequilibrio, supone experimentarlo y vivirlo en toda su intensidad. Lo que significa atravesar experiencias nuevas, arriesgarnos, quizá frustrarnos o sentir miedo, estar perdidos, dudar, elegir, cambiar de opinión. En cambio, las situaciones en las que nos esforzamos por evitar vivir desequilibrios, es decir, por no sentir, por no cambiar o no arriesgar, estas situaciones, no van a poder regularse. Y esta detención o interrupción, cuando la hacemos sin darnos cuenta, está a la base del sufrimiento neurótico y de todos los síntomas que lo pueden acompañar.

Hago un pequeño inciso para decir que una de las funciones de la psicoterapia consiste en volver conscientes aquellos procesos regulatorios que mantenemos detenidos y fijados sin darnos cuenta. Para que a partir de ahí podamos decidir si queremos permitir que se pongan de nuevo en funcionamiento, para que la situación tenga la oportunidad de encontrar su equilibrio.

El aceptar que nuestras experiencias en cada momento, surgen de una situación mayor que nosotros que no podemos controlar ni conocer del todo, implica que vamos a tener que admitir que:

-Jamás vamos a ser capaces de comprender del todo ninguna experiencia humana.

-No somos totalmente responsables ni dueños de ninguna de nuestras experiencias.

-Nuestra libertad es limitada y está condicionada por el resto de elementos de la situación.

-No hay experiencias buenas ni malas, positivas o negativas, mejores o peores, ya cada una es simplemente la mejor manera que tiene la situación presente de equilibrarse, dados los elementos disponibles.

Estas implicaciones alivian en parte el sentimiento de culpa, ya que cualquier acto que hagamos o pensamiento o deseo que tengamos, no es algo exclusivamente individual, sino que está creado también por el entorno en el que estamos. Pero de la misma manera, también implica que somos en parte responsables de las experiencias de los que nos rodean, ya que contribuimos a crearlas. También puede minimizar nuestro sentimiento de soledad, ya que, de alguna manera, el otro está en mí y yo estoy en el otro.

Bueno, pues según lo que acabamos de ver, no somos seres tan individuales, tan poderosos, tan responsables, tan eruditos ni tan libres, como la cultura imperante actual nos presupone; y además no hay una guía a seguir del “buen comportamiento”.

Sino que somos parte de una totalidad mucho mayor que nosotros, gracias a la cual existimos y somos como somos. Una totalidad de la cual emergemos, que nos crea a la vez que contribuimos a crear, que da sentido a cada sentimiento, sensación o pensamiento que tenemos, de modo que cada una de nuestras vivencias es adecuada y pertinente, y ninguna puede ser tratada de loca o sin sentido, todas van a merecer ser tomadas en serio, con respeto y dignidad. Una totalidad que se autorregula mediante una sabiduría natural muy superior a la nuestra particular, que nos sirve de apoyo, que nos sostiene, nos moviliza y nos garantiza que, como dijo Paul Goodman, “si damos un paso más allá, seguirá habiendo un suelo bajo nuestros pies” (1951, p 153).

Paco Giner

Psicólogo y psicoterapeuta Gestalt

Referencias

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Francesetti, G. (2019). Fundamentos de psicopatología fenomenológico-gestáltica: una introducción ligera. Madrid: Asociación Cultural Los Libros del CTP.

Lapeyronnie, B. (2004). Para una desubicación de las emociones. Revista Figura Fondo 15.

Perls, F. S., Hefferline, R. F. & Goodman, P. (1951). Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana (segunda edición). Ferrol: Sociedad de Cultura Valle-Inclán.

Perls, L. (1992). Viviendo en la frontera. Madrid: Asociación Cultural Los Libros del CTP.

Robine, J.-M. (2002). Contacto y Relación en Psicoterapia. Reflexiones sobre Terapia Gestalt (2ª edición aumentada). Santiago de Chile: Editorial Cuatro Vientos.

Robine, J.-M. (2004). Manifestarse gracias al otro. Ferrol: Sociedad de Cultura Valle-Inclán.

Robine, J.-M. (Ed.) (2016). El self. Una polifonía de terapeutas gestálticos contemporáneos. Madrid: Asociación Cultural Los Libros del CTP.

Wollants, G. (2012). Gestalt. Terapia de la situación. Santiago de Chile: Editorial Cuatro Vientos.

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