mariposa posada en la yema de un dedo

Una de las acciones más repetidas que los psicólogos de la corriente de la Terapia Gestalt llevamos a cabo en consulta, es invitar al paciente a prestar atención al presente. A las sensaciones corporales que ahora mismo está sintiendo mientras estamos hablando, a los deseos que le van surgiendo, a lo que le llama la atención de su entorno, a los temores que le amenazan o a las emociones que expresa. Ir tomando consciencia de todo este mundo que está ahí pero que en no pocas ocasiones lo dejamos a un lado, es lo que nos va a permitir darles su lugar, que se vaya conformando en algo con el sentido y la fuerza suficientes para ir hacia la solución del problema en el que nos encontramos.

 

Para qué sirve prestar atención al presente

Una gran parte de los momentos de malestar que nos acompañan en nuestro día a día tienen su origen en esa escasa atención que prestamos a lo que realmente está sucediendo en el aquí y ahora. El permanecer desconectados de lo que está sucediendo tanto en nosotros mismos como en las personas y el entorno inmediato que nos rodea, nos convierte en un barco a la deriva a merced de cualquier viento o corriente que se cruce en nuestro camino. O a mantenernos detenidos cuando el mar está en calma, sin una brújula ni mapa que nos indique la dirección a seguir, esto es, en un barco sin motor y sin rumbo.

En la práctica, podemos no sentir, permaneciendo desensibilizados, manteniéndonos en la monotonía sin emprender nada nuevo, o podemos convertirnos en seguidores de los otros, sin ideas, deseos ni iniciativa propia, o en admiradores. Podemos permanecer repletos de ideaciones y fantasías que no llevan a ninguna parte, o tratando de controlarlo todo para no llevarnos ninguna sorpresa…

ESTAR (con mayúsculas) en el presente nos proporciona un mapa y una brújula, prismáticos, motor, y un destino al que dirigirse. Vamos a verlo.

 

El cuerpo nos informa de cómo estamos

Somos un cuerpo inserto en su medio, un cuerpo vivo que es afectado a cada momento por lo que está sucediendo a nuestro alrededor, que responde, que se adapta a los cambios, que, por ejemplo, se tensiona cuando el entorno le oprime o se relaja cuando le libera. También un cuerpo que necesita del entorno para regularse, que se alimenta, que busca seguridad o liberar energías retenidas.

Si somos sensibles a las sensaciones corporales que emergen de nuestro cuerpo contaremos con una información de lo más valiosa. Nuestro cuerpo nos está informando constantemente de nuestro estado actual en nuestro entorno, si estamos a gusto en este lugar, si estamos molestos, si tenemos alguna carencia que llenar ahora o algún apetito que satisfacer.

Y no solo nos informa sino que nos proporciona la fuerza, el impulso del movimiento que nos empuja a hacer algo para encontrar el equilibrio y el bienestar.

No atender a esto supone pasarnos por alto a nosotros mismos mientras actuamos con escasa vitalidad e implicación, en gran medida desconectados de nuestro cuerpo y de lo que nos rodea.

Deseo enfatizar que no hay sensaciones buenas o malas, positivas o negativas. Todas forman parte de la regulación de nuestro cuerpo, y por tanto debemos aceptarlas como tales, ya que son el intento de nuestro organismo de buscar el equilibrio en el entorno en que está en cada momento. Y cuanto más energéticas sean esas sensaciones, nos está informando que nos encontramos en una situación de gran desequilibrio y que el cuerpo lucha como puede por recobrar su bienestar.

 

El entorno nos informa de dónde estamos

Como hemos dicho, somos un cuerpo inserto en su medio, un medio también vivo y repleto de oportunidades, de posibilidades de acción, un medio que nos solicita constantemente a tomar partido. Y sobre todo repleto de personas, que nos pueden aportar seguridad y sentimientos de valía, o provocarnos temor o desprecio. También es importante ser conscientes de la dirección contraria, ya que con nuestros actos afectamos al otro, de una u otra manera, queramos o no.

Estar atentos al entorno en el que estamos en cada momento nos permite saber dónde estamos, nos permite situarnos y movernos con conocimiento de las posibles consecuencias, en nosotros y en los demás.

Y, al igual que cuando hablábamos del cuerpo, no solo nos proporciona conocimiento, sino que nos mueve, nos atrae o nos repele, nos apoya o nos dificulta…

 

Si sabemos cómo y dónde estamos, sabremos qué queremos

Permaneciendo conscientes de nuestro cuerpo y de nuestro entorno facilitaremos el surgimiento de qué es lo que queremos. Un deseo nítido nos aporta energía para la acción. Una acción enraizada en el propio cuerpo y consciente del entorno que le rodea, una orientación sana en cada momento, una guía fiel y coherente, una dirección de sentido hacia la que dirigirme, lo que nos ayudará a decidir de manera sana. Además de una sensación de paz, autoestima y confianza. Esto obviamente no implica que se vaya a conseguir lo que se desea, pero al menos uno se puede ir abriendo camino en la dirección de lo sentido, deseado y posible.

El deseo es lo que nos empuja a estar en la vida.

 

En psicoterapia

En las sesiones de Terapia Gestalt, los psicólogos ponemos en práctica esta actitud como medio para buscar soluciones a los problemas planteados. Y también con el propósito de que se vaya convirtiendo en algo habitual en el paciente, que la vaya integrando en su día a día para lograr una forma de vivir más integrada y plena.

Se trata por tanto de sentir, de mirar a nuestro alrededor y de dejar que surja algún deseo. Y digo dejar que surja porque esto no lo podemos controlar, por más que nos esforcemos. En próximos artículos avanzaremos un poco más en los siguientes pasos de este proceso. Es importante que mencione que el primer paso para cambiar es aceptar “lo que hay”, en el sentido de darnos cuenta de cómo están ahora las cosas. En un siguiente paso ya veremos qué queremos cambiar de “lo que hay”.

No querer sentir el cuerpo, no querer ver ciertos aspectos del entorno o no querer desear tal o cual cosa, y sobre todo si se mantiene en el tiempo, es, a no ser que sea una elección libre y consciente, el primer paso hacia la neurosis, hacia la gran diversidad de síntomas psicológicos.

Autor: Paco Giner

Psicólogo- Terapeuta Gestalt

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